Ben-Hur (título original:Ben-Hur: A Tale of the Christ) es
una película estadounidense estrenada el 30 de diciembre de 1925, basada en la
novela homónima de 1880 escrita por Lew Wallace, que cuenta la vida de Judah
Ben-Hur en relación con la tradición sobre la vida de Jesús de Nazaret.
Fue la segunda película de la historia del cine que se
basaba en esta novela, tras la versión que dirigiera Sidney Olcott en 1907. El
filme fue dirigido por Fred Niblo para la Metro-Goldwyn-Mayer y supuso un
extraordinario éxito, aunque dados los inmensos costos de producción, no obtuvo
grandes beneficios.
En 1997, la película fue considerada «cultural, histórica y
estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y
seleccionada para su preservación en el National Film Registry.
El día de Navidad José y María llegan a Belén donde tendrá
lugar el nacimiento de Jesús, el anhelado mesías del pueblo judío, que llega al
mundo observado por los Reyes Magos.
La acción se sitúa en el año 26. Los hebreos sufren una
violenta represión a manos de Roma. Judah Ben-Hur, un joven judío, conversa con
Messala, un antiguo amigo de la infancia que se ha convertido en centurión
romano al frente de una de sus guarniciones. Sin embargo, ha pasado mucho
tiempo desde entonces. Messala ya no es el mismo y la charla acaba en
discusión.
Entretanto, mientras la comitiva que acompaña al tirano
Gratus pasa al lado de la vivienda de Ben-Hur, se desploma un trozo de tejado.
Las autoridades romanas lo interpretan como un atentado y Messala detiene
inmediatamente tanto a Judah (que es sentenciado a perpetuidad a remar en las
galeras) como a su madre y hermana.
En Nazaret, camino hacia la flota adonde dirigen a Judah a
cumplir con su pena, la columna de cautivos hace parada para calmar la sed
frente a la carpintería de José. En contra de lo ordenado por un centurión,
aparece Jesús y ofrece agua a un sediento Ben-Hur.
Al cabo de tres años, la nave donde rema Judah es atacada
por piratas. En medio del combate, el protagonista consigue escapar salvando al
tribuno de la plebe Quinto Arrio. Son rescatados de la balsa a la deriva en
donde se encontraban por una flota imperial y Quinto Arrio agradece a Ben Hur
los favores adoptándole y convirtiéndole en un atleta conductor de cuadrigas.
Pero la añoranza de su tierra y su gente lleva a Judah a
regresar a su lugar natal. Participa antes en Antioquía, regida por el jeque
Ilderlim, como auriga enfrentándose a Messala. Además, una seductora joven
egipcia intenta obtener los favores de Ben-Hur, pero es rechazada por este que,
poco después obtiene una victoria en la que Messala muere. Con el dinero
ganado, Judah recluta dos legiones para ofrecérselas a Jesús, a quien considera
el salvador de su pueblo, pero este las rechaza predicando la paz.
Judah se encuentra con los seguidores de Cristo, entre los
que se encuentra María Magdalena, y se integra entre ellos. La bella Esther, de
quien Ben-Hur se enamora, reconoce a la familia de Judah entre unos leprosos y
la conduce ante Jesús, que, ya camino del calvario, en uno de sus últimos
actos, las cura milagrosamente. Tras la crucifixión de Jesús, Judah, su madre y
su hermana regresan a su hogar con la convicción de que se inaugura una nueva
era.
Ben-Hur está considerada como la más conocida película de la
etapa muda de la Metro-Goldwyn-Mayer. Fue el proyecto más complejo de la recién
creada empresa y con ella, Louis B. Mayer e Irving Thalberg pretendieron
demostrar cómo una producción enorme podía transformar a la MGM en la
productora más importante de Hollywood.
Samuel Goldwyn consiguió hacerse con los derechos de autor
hacia 1920 de la novela de Lew Wallace, por lo que pudo titularse exactamente
como la obra de la que procedía, originalmente Ben-Hur: A Tale of the Christ.
Con ello la productora inicia el proyecto, encargando a la diseñadora de la
producción, June Mathis, la tarea de encontrar un director solvente y adecuado.
Contactó primeramente con Rex Ingram y con Erich von Stroheim, sin que pudiera
llegar con ninguno de ellos a un acuerdo. Posteriormente eligió a Charles J.
Brabin como realizador y a George Walsh para desempeñar el papel de
protagonista, iniciándose el rodaje en exteriores de Italia y Egipto.
Sin embargo, pronto comenzarían los incidentes e
irregularidades en la producción, lo que obligó a Irving Thalberg, responsable
máximo de la gerencia de la recientemente fusionada MGM, a introducir cambios
drásticos. Thalberg sustituye al director y al actor protagonista y destituye a
June Mathis como jefa de producción. Se determinó que todo el equipo regresara
a los Estados Unidos y que el rodaje tuviera lugar en Culver City. Desde 1921
la labor de producción de esta cinta fue prolija y complicada, prolongándose
solo la toma de vistas durante tres años.4
La batalla naval fue filmada en parte en el mar de Livorno y
en parte en platós donde se construyó una enorme piscina.
Para la imprescindible carrera de cuadrigas se utilizaron 42
cámaras con sus respectivos operadores, 56.000 metros de película (reducidos
por el jefe de montaje, Lloyd Nosler, a unos vertiginosos 210 metros de
trepidante ritmo cinematográfico.) y grandes escenografías.5 En el trabajo
técnico destacó el responsable de los efectos especiales, J. Arnold Gillespie,
que usó cuatro mil extras y varios miles de muñecos artículados para crear la
ilusión del Coliseo de Antioquía (en puridad debería haber sido un circo
romano) atestado de espectadores. Sobre este metraje se introdujeron
posteriormente los primeros planos de Ramón Novarro y Francis X. Bushman.
La cinta cuenta con varias secuencias en Technicolor de dos
colores, sobre todo las secuencias que implicaban a Jesús.4 Uno de los
ayudantes de dirección de esta secuencia era un joven William Wyler, que
dirigiría la versión de 1959.
Pese a todos estos sucesos, no se escatimaron gastos en la
creencia de que en esta película la recién creada Metro Goldwyn Mayer se jugaba
el ser o no ser; y con decisión, la obra fue culminada para su estreno a fines
de 1925.
Las críticas de su estreno en el George M. Cohan Theatre de
Nueva York fueron elogiosas, aunque no consiguieron que, pese a un formidable
éxito de público, la película recaudara en taquilla lo necesario para superar
con creces los extraordinarios costes de alrededor de cuatro millones de
dólares que había requerido su producción.2 La obra fue más útil a su
productora por el prestigio que le reportaba y la solvencia económica que en
esta empresa había demostrado, que por su rendimiento en taquilla.